Para Josefa Sánchez Clavijo, delegada de la barriada rural jerezana de Majarromaque, una de las más alejadas del núcleo urbano, el olvido es la palabra que mejor define el estado en el que se encuentra.
«Por aquí no aparece nadie, aquí no llega nada, aquí estamos abandonados totalmente de todo», asegura sin tapujos, en referencia tanto al Ayuntamiento de Jerez como a los planes de emergencia social que se ponen en marcha, por ejemplo, desde instituciones como la Diputación Provincial para los núcleos rurales y que, sin embargo, sólo benefician a las pedanías.
Con un cierto desánimo asegura que desde el Ayuntamiento no se ocupan para nada de esta barriada, otrora pedanía. No existe ninguna comunicación. La alcaldesa, por ejemplo, no ha aparecido nunca por allí y la actual delegada de Medio Rural, Susana Sánchez, sólo lo ha hecho una vez, el Día del Pilar, hace más de cuatro meses, para asistir a un evento; «No te llama ni por teléfono», dice, «para ver si necesitamos algo». «Al contrario», asegura, «ahora nos han informado de que para las próximas fiestas tenemos que hacer un seguro de responsabilidad civil,… pero si no nos dan dinero, ¿cómo vamos a hacer el seguro?».
Y es que, además de todo lo dicho, y de esa nueva exigencia, los delegados y las delegadas de barriada, no reciben la asignación de 180 euros al mes desde hace más de dos años y apenas se les paga, con enorme retraso, los recibos de gasolina que consumen cada vez que tienen que desplazarse a Jerez citados para alguna reunión, un consumo importante en el caso de las barriadas más lejanas como Gibalbín o la misma Majarromaque. «Nos dicen que no hay dinero y que lo primero son las nóminas», asegura, «y yo lo entiendo, pero al menos podrían ir pagándonos algo poco a poco». En su caso personal, además, la situación toma tintes amargos, ya que su marido se encuentra en desempleo desde hace cuatro años y sólo perciben en casa la ayuda de 400 euros. Sin embargo, defiende la voluntad que le ponen a su labor de delegación de Alcaldía: «porque el ayuntamiento no nos pague ni siquiera el gasoil», dice, «yo a mis vecinos no los voy a dejar, y tengo que seguir con mis actividades y mis cosas». Como plantar, no hace mucho, y con sus propias manos, los árboles que fueron renovados tras la obra de la calle Río.
En ese sentido, «lo último que hemos recibido del Ayuntamiento», dice, «fueron los 60 kilos de caramelos que nos dieron para la cabalgata de Reyes; lo mismo que, por otro lado, nos dio Foro Ciudadano, a quien estamos muy agradecidos».
Pero esa desatención que dicen sentir por parte municipal no es la única que le duele a esta delegada de barriada. «En Majarromaque tenemos muchísimos padres de familia en paro, porque se quedaron sin trabajo con la crisis de la construcción», afirma, «con las mismas necesidades y los mismos derechos que los que están en las pedanías. Pero nosotros estamos aquí como si no viviéramos», asegura, en referencia al Plan de Emergencia puesto en marcha por Diputación Provincial gracias al que se verán beneficados desempleados en riesgo de exclusión de las pedanías, y que no llega a las barriadas donde no se ha articulado ningún mecanismo para compensar esta situación.
Por otro lado, considera muy negativo para los habitantes de la zona rural, «la privatización del agua», que está a punto de cerrar el Ayuntamiento. «Además de no poder acceder a los servicios igual que el resto de habitantes del municipio, a pesar de pagar nuestros impuestos, incluso más», dice, «encima nos van a incrementar el coste del agua, con lo cual de nuevo, vamos a ser los más perjudicados».
Los jóvenes tampoco tienen ninguna alternativa de ocio, «suelen sentarse en unos banquitos que hemos colocado frente al ambulatorio; pero en invierno están sentados en la parada del autobus», dice Josefa, «y eso es muy triste».»Nos gustaría poder abrirles el centro de barrio ahora en invierno, para que tuviesen un sitio en el que estar, y no tuviesen que coger carretera para salir a divertirse un poco».
En ese sentido, se duele de que la barriada haya pasado de ser pedanía a barriada rural, un hecho que se produjo hace ya algunos años, «porque no tiene sentido una barriada a casi 30 kilómetros del centro». De hecho, Majarromaque, o Poblado José Antonio, fue una de las primeras pedanías en construirse junto a la de Revilla, hoy San Isidro, y su estructura -con un ayuntamiento y una iglesia en la plaza de Artesanía-, responden perfectamente a la de los pueblos de colonización.
