«Guadalcacín y Caulina en relatos» es el título de la obra con la que Simón Candón, hijo de colonos de la pedanía jerezana, ha querido reunir los recuerdos y las historias que tienen que ver con el largo proceso de colonización de la zona rural del municipio y especialmente de la entidad local a la que llegó hace más de medio siglo desde Paterna, con sólo tres años de edad, de la mano de sus padres.
A lo largo de catorce historias, y con el ternero de su infancia, Peneque, como atento receptor de sus recuerdos, Candón desgrana todos los entresijos de un proceso nacional -el de las colonizaciones- que comenzó a principios del pasado siglo XX y que en nuestra tierra tiene mucho que ver con la tremenda filoxera que acabó con buena parte de la viña de esa época. Junto a él, como coautor, el ingeniero agrónomo Juan Blanco, ex director provincial del IARA, buen conocedor del proceso de colonización de la zona y artífice de la búsqueda documental.
El objetivo de Candón con esta obra, según explica es «contar y recoger realmente de dónde y por qué se hicieron los pueblos de colonización; explicar la historia de cómo fue todo el proceso y deshacer un poco el mito de que aquí se pasó mal». Es verdad que se pasó mal»,asegura, «porque eran tiempos muy duros para todos», pero fue muy bueno para muchas personas.
A inicios del pasado siglo XX, según narra Candón, y tras la filoxera, surgió la idea de construir un pantano que sirviera para poner en riego 12.000 hectáreas de tierra. Sería el pantano de Guadalcacín, que nacería varias décadas después, junto a los pueblos de colonos, después de muchos problemas y vicisitudes y sólo después de la intervención del Estado, a través del conocido Instituto Nacional de Colonizaciones.
La obra, de la que sólo se han editado quinientos ejemplares, cuenta con numerosísimos documentos de la época, desde anuncios de los procesos de selección de colonos hasta planos de edificación de los nuevos asentamientos.
En cuanto al proceso colonizador como tal, Candón asegura que los requisitos no eran duros, «lo duro era vivir como se vivía». «La gente que se vino para acá,», explica» como para otros pueblos, no fue por capricho o a dedo sino después de haber sido seleccionada de una manera muy rigurosa. Se hicieron unos estudios socieconómicos, de desempleo muy bien hechos. de Alcalá de los Gazules, Paterna de Rivera y Medina. Se ve que hay la necesidad de recolocar, reubicar a doscientas familias, que son las que en principio vinieron aquí, y después de Rota, incluso de Arcos».
Esa documentación y la rigurosidad con la que se hizo todo el proceso es lo que más ha sorprendido al autor, o a los autores, hasta el punto de desear que ese mismo rigor se siguiese también en la actualidad.
A pesar de que el objetivo final agrícola no se ha cumplido, según el autor, medio siglo después y en parte por la política europea, «el fracaso de las tierras, no significa que haya sido el fracaso de las familias. Guadalcacín ha sido un éxito como pueblo».
