¿Cuál fue el papel de las mujeres colonas en los procesos de colonización del pasado siglo XX? Esa es, precisamente, la investigación que está llevando a cabo la joven tornera Laura Cabezas Vega, y que se encuentra desarrollando en su tesis doctoral, aunque ya avanza algunos resultados, procedentes del estudio previo realizado y que tiene como protagonista principal a su propio pueblo, El Torno, el primero de nueva construcción que abordaría en Instituto Nacional de Colonización en los años 40.
A pesar de que llegó, explica la investigadora, «casi por casualidad a reflexionar sobre el espacio del que yo venía, porque nunca había prestado atención a mi propio origen, el resultado de aplicar el estudio de cómo el género construye los espacios ha sido muy interesante». «Son pueblos muy jóvenes», indica, «algo excepcional en la historia, que se crean siguiendo un plan muy estructurado y además hiperdocumentado, porque el INC documentaba todo, tanto a nivel agrario como a nivel social. Familias numerosas, hombres casados, las mujeres como parte de esas familias, un ideal determinado de mujer y de hombre….».
Esa ingente documentación le ha permitido reflexionar, desde una perspectiva feminista, y redescubrir los espacios que eran ya conocidos; y encontrarse, por ejemplo, con sus antepasados en ella, «con mis bisabuelos, que venían de Jaén».
Cabezas Vega lamenta que los estudios feministas «se han centrado siempre en lo urbano», «y aunque quizá el feminismo no ha estado presente con ese nombre en los pueblos de colonización, sí hay casos de mujeres extraordinarias que han sabido transgredir en muchos casos las normas que les imponían los valores del contexto en el que se criaron». Por otro lado, sin embargo, reconoce que «hay una cierta mirada que ha vuelto últimamente hacia lo rural», y asegura que «hay que apostar por ello, porque tiene mucho potencial».
Ahondando en la situación de la mujer, uno de los aspectos más sorprendentes para la autora es que «para el INC el valor del trabajo de una mujer en el campo era menor que el de un niño varón; sin embargo, las mujeres, todas a las que he entrevistado, han trabajado además de en la casa, en el campo». Unas mujeres rurales que, además, tenían aspiraciones como las de estudiar, a pesar de la enorme precariedad cultural; y que creaban redes de ayuda entre ellas «incluso, en ocasiones, para subsistir»; cuidando unas de las otras y ayudándose con la prole.
Aunque las conclusiones definitivas de esta interesantísima investigación aún tendrán que esperar unos años, el avance ya augura un material muy valioso para reconstruir con una mirada igualitaria y justa el proceso histórico de los poblados de colonización y las aportaciones de ambos géneros al mismo, a pesar de la invisibilización consciente de las mujeres.
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